viernes, 13 de enero de 2012

XXIX

Tu melancolía huele a cerilla quemada y a crujidos de costillas y almohadas por la noche. Tu única manía es llorar tres veces por semana después de echar una gota de agua en el cactus que te regaló el cuarto mes. Echas de menos que alguien te acaricie la parte de atrás de tus rodillas y te despierte con besos en las ingles. Unas gafas de sol envueltas en una bufanda más grande que tu flequillo sobre el felpudo. Dejaros de flores, lo que queremos es merendarnos en el sofá. Sería capaz de aprenderme los escondites de tus lunares sin dejar de mirarte a los ojos. Tus labios se rompieron hace años, cuando ella te dio el primer beso, pero tú no lo supiste hasta que desaprendió a quererte y entonces tú te enamoraste. Porque en eso consiste el (des)amor, en labios rotos y en que te dejen de querer. El mundo deshoja margaritas mientras tú buscas dramas en los que quedarte a dormir. Llevas una vida de versos sin besos y un día soñaste que conocerías al amor de tu vida de madrugada, así que desde entonces caminas por la calle con los ojos cerrados tropezando con abrazos que no te interesan. Te ofrecería tiritas sin alcohol para curar tus heridas y un beso en la nariz por cada noche que te apeteciera llorar. Y cigarros de poesía debajo de tu colchón mientras te devoro la espina dorsal. Curar tu cama enferma.
La nostalgia envuelve tus tardes de estufa, esas en las que a mí solo me apetece colarme entre tus omóplatos y llevarte a casa abrazada por la espalda, acariciándote el pelo. Tu voz tiene tantos quiebros como besos sanos reclama tu boca. Tu labio inferior aun tiembla cuando te pones triste y tu caja torácica se llena de latidos; la inspiración siempre se lleva a cambio trocitos de nuestros dedos rotos.

Sin musas las noches serían felices, pero hay adicciones que no estás dispuesta a dejar. Y es invierno...



Vámonos de viaje de otoños
a la parte de atrás de tu casa
y hagamos sufrir al invierno entre
bufandas y besos en la nariz.