Te miré y me propuse que tu sonrisa no se diera la vuelta jamás. Me propuse que esos dientes brillaran las veinticinco horas de tus días, colocarte cada noche calcetines de distintos colores para que tus mañanas fueran las mejores, tentarte a besarme en medio de cualquier sitio y conseguir que lo hicieras sonriendo. Me propuse hacer malabares con tus caras tristes (sabes que siempre se me caen al suelo), triplicar los mimos y doblegarme a tus deseos, conseguir que me sintieras en todo momento a tu lado. Me propuse darte diecinueve motivos para soñar contándote cada noche la historia de Blancanieves y Cupido. Me propuse descomprimir tu corazón y abrazarlo fuerte para que tuviera agujetas en el ventrículo derecho todos los días. Me propuse darte cada día chutes de esa risa que da dolor de tripa pero que engancha, como la luna que prometí bajar a tu almohada. Me propuse que te fumaras mis labios sabor a chicle y beberme los tuyos sabor a piruleta. Me propuse centrifugar nuestras almas y sentarnos a verlas girar y girar cada tarde. Me propuse dejarte el corazón tan rojo, tan tan tan rojo, que no nos mereciera la pena vivir más...
Cuatrocientos noventa mil besos
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