martes, 10 de febrero de 2015

Rosa y Marie.

Por Rosa.
Por Marie.
*


No volveré contigo a casa
ni dejaré flores a los pies de tu cama,
y cuando preguntes «¿qué pasó?»
te dirán que el viento fue más rápido.

Querrás correr hacia un lugar en el que no me conozcas,
tener unos pies
que desanden los andenes que pisamos a la vez,
arrancarte mis caricias
de los huesos,
decir otro nombre cuando tu boca me extrañe tanto que todo te
sepa a sal
y tengas tanta sed como miedo:
tu desierto estará lleno de puertas.

¿Lo entiendes?
La música será solo ruido
y ya no podrás ponerle mi nombre al silencio
para darle voz.
Tu despertar será una nota
a destiempo.
Tu sueño,
un duelo contra ti misma.
El tiempo,
un reloj parado.

No te asustes:
sentirás que el mar es tu única
herida
porque ninguna otra salida será capaz de
abarcar tanto desahogo.
Pensarás que merezco el ardor
porque una vez fui fuego
en tus pupilas
y ya no puedes deshacerme.
Soportarás mi peso sobre tu
espalda como un último intento de alcanzar el sueño.


Tú suplicarás un alto al fuego.

Yo estaré tan viva que tus recuerdos
me olvidarán.




Mi amor,
yo me iré
y tú sabrás cuidar las flores
que ya no te regale,
escribirás sobre todos mis huecos
cuando descubras
que mi peso reside en el aire que mueves en las calles
y en las comisuras alzadas de tu boca
y en las cosas que aprendas sin mí.

Te levantarás sin mi mano
y el suelo no volverá a extrañarte,
y entenderás
que mi ida solo fue un empujón a la espalda de tu vida:
sé uno por los dos.

No te asustes:
volverás a descubrir el sueño
detrás de las flores
y conseguirás ser la luz de tu futuro.



Tú volverás a mirarte en el espejo
mientras alguien te lame mi herida.

Yo me quedaré en tus ojos
y en la punta de tus dedos
y en todas esas cosas que dejes de recordar.



Así será.
Yo no estaré.
Tú, pronto, te irás.
Pero siempre seremos uno el tiempo que dure el recuerdo.





* Semilla del poema.