martes, 27 de febrero de 2018

Dime, Carmelita

Dime, Carmelita,
dime qué piensas cuando el mundo
se hace tan minúsculo que cabe en
la arruga más pequeña y tus ojos se pierden,
se deshacen, y tú sólo reconoces la lluvia.

Dime, Carmelita,
cuéntame de qué color son tus manos,
por quién ladran los perros, quién enciende
la luz en este mar tan oscuro y tan tuyo,
cuéntame quién te salva cuando no puedes,
cuéntamelo, dime que lo sientes,
aunque no lo veas, dime que existen palabras
que te cuidan.

Dime, Carmelita,
enséñame que los verdaderos recuerdos no se borran,
que son más grandes que el olvido. Dímelo,
porque no te conozco y ya me has enseñado
que no importa la memoria, importa este temblor
que aparece en la puerta, momentáneo, como un rayo de luz.
Dímelo, tú que lo sabes, y protege este futuro
con tu pasado de sombras que se alejan.


Dime, Carmelita,
dime que sigues ahí, aunque te inventes otro idioma,
aunque mires a tu hija y no lo entiendas,
aunque mires a tus nietas y no lo entiendas,
aunque tu casa sea extraña y el miedo enorme,
aunque te invada la tristeza y todo escueza, hasta la piel
de quien dice conocerte,
dime que sigues ahí, que eso basta, que eso es suficiente.


Aunque no recuerdes, aunque olvides,
no permitas que la oscuridad oculte lo único que es cierto:
existes porque te quieren, existes porque los quieres.


Aunque no lo sepas.

viernes, 23 de febrero de 2018

El Tango de Viento

A mis dos perros, Tango y Viento, 
uno se fue para que el otro llegara, 
pero ambos siguen conmigo, 
los tres estamos juntos.


Ha venido un viento limpio a bailar conmigo,
a apretarse a mí como lo hacían antes los días más tristes,
a borrar las cosas que quiero borrar y dejar visibles las eternas.

La música ha vuelto a sonar,
pero confieso que cuando se duerme
pienso en ti, y todo este mar escuece,
de pronto, y me doy cuenta de que la vida
no es más que un intento.

Tiene tus modos, me protege casi
de igual manera aunque no entienda nada,
aunque se sorprenda con todo, él me protege
porque siente que nos debemos mucho más
que este techo, que este abrazo. Él me protege
cuando le llaman por tu nombre
porque sabe que de aire tiene tu baile,
que los espacios que ocupa todavía huelen a ti,
que lo quiero porque te quise, y eso lo comprende.
Por eso nos protege.

Creo que sabe que pienso en ti y eso le gusta.
  

A veces lo miro y te intuyo a su lado,
todavía cansado, como una luz que parpadea,
resistente al abandono. A veces lo miro
y siento que también a él lo cuidas,
es tan pequeño y tú lo acaricias, le guías para
que no se salga de nuestro camino, le enseñas
todas las respuestas que debe darme,
le ayudas a cuidar la piel
de una persona llena de ausencia.
A veces lo miro y creo verte
al lado de su cuerpo, con tu cara
de paz, mirándome a los ojos y pensando que no,
que todavía no te vas, que nos seguimos debiendo
estos instantes, estos destellos de amor inmortal.

Y no necesito que nadie lo entienda.
No necesito contarle a nadie que sigues aquí
aunque te hayas ido.

He vuelto por fin a sentir tranquilidad.
Sé que estás donde quieres, allí donde el viento
te ha traído de vuelta, a bailar a nuestro lado.