lunes, 28 de enero de 2013

Quiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito.

Cualquiera diría al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.


Te veo venir por el pasillo
como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.

Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.

Y yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.

Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.


Tienes el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.


Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.



Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.

domingo, 27 de enero de 2013

Será.

Será que por ir a contracorriente
hemos acabado mirando en la misma dirección,
que mientras la gente nos llenaba de excusas
tú y yo solo pensábamos en besarnos,
que justo cuando el mundo se quedaba sin palabras
nos llenamos la boca con acentos de otro mundo
y en cierto modo lo salvamos
-nos salvamos-,
y nos dio a nosotras en compensación.

Será que me levantaste la mirada del suelo
mientras tú mirabas al cielo
y el choque fue algo así como implosionar
pero de ti para mí,
y viceversa.

Será que me acariciaste así,
como si fuera de mi cuerpo
terminarán los límites de esta ciudad,
y quise quedarme a vivir en tus manos
más de lo que dura un beso.

Será que no nos esperábamos
y por eso ahora no nos vamos,
porque lo bonito de todo esto
es ver que la sorpresa sigue ahí
cuando abres los ojos.

miércoles, 23 de enero de 2013

Cualquier pérdida comienza en un reloj.

Ayer hubiéramos empeñado el minutero
al peor postor,
perder el tiempo juntas era ganarlo,
ganarnos;
pero nuestro fallo fue hacer planes para mañana
y no para hoy.

Ayer nos hubiéramos desnudado
sin dejar de mirarnos;
hoy las dudas y los secretos
se instalan en la almohada
y la necesidad de soñarnos
se iguala al miedo que produce
no poder dejar de hacerlo.

Ayer teníamos todo el tiempo del mundo
y hoy se nos han vaciado las manos de segundos.

Eso debe ser lo que significa perdernos:
dejar de pedirnos la hora.

Porque cualquier pérdida
comienza en un reloj.

lunes, 14 de enero de 2013

Escribirlo no es conocerlo.

T.

No te quiero decir adiós.

Entiéndeme,
me resisto a dejarte ir
porque siempre has sido todo lo que venía después,
y ahora que te vas
se me caen de las manos los mañanas contigo.

Escribo sobre la tristeza
solo porque le tengo un pánico aterrador
y no quiero que me sorprenda,
pero luego me imagino sin ti
y la hija de puta me deja con los pantalones bajados
de una hostia
mientras me dice:
'escribirlo no es conocerlo.'
Entonces el invierno
se me atornilla en la garganta
mientras tú te vas
y yo,
yo me pierdo.

Y de repente Madrid es la ciudad más grande del planeta.


Voy a tientas por la vida,
buscando puentes cercanos
porque el suicidio siempre fue la huida más poética,
callejones sin salida
para poder llenarme las manos de excusas,
corazones empezados
para no tener que darles el mío,
camas a las que no me quedo a ver bostezar
para evitarme soñar.
Me enseñaron a escribir
y se olvidaron de explicarme cómo usar las palabras,
mis intentos fallidos
dejaron el amor y mi valentía tirados en la cuneta,
y soy capaz de gritarte que te quiero
mientras corro en la dirección contraria.

Cualquiera te diría que no soy recomendable,
y estaría en lo cierto.


Pero ellos no saben
que a pesar de que la palabra huida me ajusticie cada noche
y el miedo que me atora sea de los más temibles
-esos que no tienen nombre-,
aunque huyera de ti asustada cada vez que cerrabas los ojos,
aunque solo sepa desnudarme ante un folio
y contigo solo sea capaz de quitarme la ropa,
aunque nadie supiera ver
-ni siquiera yo-
que eras mi cura,
aunque no supiera lo que quería
solo sé que quería que estuvieras tú en ello,
porque tenerte conmigo
fue como recuperarme,
ser consciente
de que mi miedo quedó herido de muerte
al verme de tu mano,
mirarte fue creer de nuevo en las ventanas
-las que dan aire-
y coger aire para besarte
siempre será la mejor manera de besar que existe.

Nunca hubo tanta paz en mi vida
como aquel día
que apoyada en tu regazo
me contaste tu infancia.
Lo confieso, pensé:
ojalá mis hijos sean como ella
y lleven su alma.


Ahora todos mis mañanas se han quedado
sin hueco en tus semanas,
no me esperas
pero estás preciosa cuando no lo haces,
no estás al otro lado
y yo tengo que dejarte ir de mí,
también,
tampoco,
porque te mereces un mundo sin final
y batallas ganadas,
una paz que lleve tu nombre
y alguien que te lleve al cielo,
que es lo único que está a tu altura.


Yo, por mi parte,
te diré que te entiendo,
y lo respeto.

Dejaré mi verdad a los poemas.

domingo, 6 de enero de 2013

Irene.

Nosotras.

¿Sabes eso de abrazar a alguien
y sentir
que el entrelazamiento es perfecto?
Que no sobran manos,
que el tamaño de los brazos es el ideal,
incluso la altura de los corazones se ajusta
y parece que todo se resuelve en un latido.

Pues algo así eres para mí:
la compenetración perfecta,
la cara de todas mis monedas
y en quien pienso cuando alguien habla de la suerte
-qué sabrán ellos de la suerte
si no te conocen-.

Cómo explicarlo,
nunca me ha asustado llorar
porque tú siempre estás.
Eres todos los peros que pongo a mis miedos.
Y si soy valiente
es porque en cada paso que doy
mi meñique va enlazado al tuyo,
y si me caigo
siempre es sobre tus manos,
y se está tan a gusto en ellas.


Sí, la vida es complicada,
a veces se pasa de triste,
pero yo veo tus hoyuelos cuando sonríes así,
como si trataras de llevarme a tus mejillas,
y te juro
que entiendo a los poetas cuando hablan de amor.
Me quedo pensando
qué diablos hace el mundo tan enfadado,
tan ciego,
por qué da tanto miedo enamorarse,
cómo puede haber gente que prefiera caminar con la luz apagada,
si solo hay que abrir los ojos y verte
para llenarse de luz
y de la hostia de belleza que supone mirarte.
Y luego,
cuando te vas
-que es cuando se puede mirar a otro sitio-,
contemplo al cielo hacerte reverencias,
a las aceras bailar al ritmo de tus pasos,
a la mirada de la gente llenarse de brillo e interrogación
-entiéndelos,
verte es lo más parecido a soñar
que se puede hacer con los ojos abiertos-,
y a las sonrisas empañarse
para escribirte ojalá todas fueran como tú
en el vaho de tus huellas
por si consiguen que les mires de vuelta.
En definitiva,
contemplo al mundo enamorarse de ti,
y el amor,
es decir,
la vida cobra sentido.


A veces
me gustaría salvarte de todo lo que hiere,
fosilizar tus lágrimas
y cortar el alma
de todo aquel que se atreva a romperte.
Pero, amor,
es que eres tan guapa,
hasta cuando te golpea la rabia y no entiendes qué pasa;
es que es tan bonito verte levantar,
contemplarte sobrevivir y ver cómo te rescatas a ti misma;
es que el universo
tiene tanto que aprender de tus cicatrices
y tu forma de sanar los daños
que sería egoísta por mi parte
privarles de tu parte frágil.
Porque,
amor,
la única verdad es que
tienes los ojos más valientes del mundo
y el mundo es más valiente cuando te mira a los ojos.


Y yo te quiero,
no porque siempre estés conmigo,
para mí,
y por mí,
no porque sea imposible no hacerlo
y se dispersen mil motivos,
todos ciertos,
por las manos al pensarlo,
sino porque has nacido para que te quieran
y yo he nacido para quererte,
con todo el alma y toda la piel,
toda mi vida.