Podrían preguntarme de quién es el hilo que tira de mis comisuras y las mantiene altas, formando un pequeño hoyuelo que sólo ella ve, y diría su nombre. Podrían preguntarme en qué me refugio cuando se apaga la luz y de quién son los orgasmos que brotan de mi garganta cuando me toca, y diría su nombre. Podrían preguntarme que es lo que más echo de menos y que es lo que más temo dejar de sentir, y diría su nombre. Podrían preguntarme de quién es ese olor que electriza y prohibe a mis músculos e instintos respirar, ese olor que consigue dulcificar y a la vez excitar cada movimiento, ese olor por el cual moriría, y diría su nombre. Podrían preguntarme quién marca la constante de mis latidos, y diría su nombre. Podrían preguntarme por lo único por lo que daría mi alma, y diría su nombre sin dudarlo.
Y aún así nadie lo entendería, nadie entendería que no la puedo querer más porque ella no es más grande, que el secreto de nuestra felicidad reside en que el dolor de su hombro derecho y de mi hombro izquierdo supera el de la ausencia porque significa que hemos estado juntas, que no encuentro momento más completo que el estar tumbada sobre ella en una alfombra de colores mientras me acaricia la oreja, que adoro escucharla sonreír cuando la abrazo y le susurro que quiero morir así y ella responde con un 'ójala...'. Es su nombre... Sólo su nombre. Y nadie puede entenderlo. Ni siquiera yo.
Cuatrocientos ochenta mil besoshttp://www.youtube.com/watch?v=N0UOcHqFkHs&feature=related