
Te sueño y dibujo tu cabeza sobre mi almohada, y juego a hacer flores que nunca se marchitan con tu pelo, y de tu pulso y de tu sudor me preparo el desayuno, y en tu corazón pinto dientes que coloreen sonrisas, las tuyas y las mías, y las estiro, las estiro y las estiro hasta que se caen de la cama y ruedan por el suelo, pegadas a nuestros cuerpos, contigo y conmigo en cada comisura. Y con los ojos cerrados paseo mis yemas por tu cuello, tus orejas, y te duermes, y vuelven a tu cuello, y me lanzo a tu espalda, y van a tus labios, y tus pestañas vuelan, y te acarician los párpados, y tu mano me alcanza, y se duermen en tu ombligo, y se me eriza hasta el alma.
E incapaz de guardar más belleza en mis pupilas que (te) sueñan abro los ojos, y es entonces cuando te encuentro, real, cuando tu respiración me invade los pulmones, y verte dormida en mí es lo que hago el resto de la noche...
Ciento ochenta y siete mil besos