
A veces tengo pesadillas en las que pierdo la cuenta de cuántas lunas vivo sin verte, en las que sorprendo a mis dedos sin tu pelo entre ellos, en las que mi corazón se encharca y pide a gritos una ambulancia urgente. En ellas, ni un cuenco de cereales aleja la certeza de que no te tengo cerca... Y me pregunto cómo puede ser posible que eche tanto de menos unas caricias que no te dio tiempo a darme. Y los parques, y las puestas de sol, y las margaritas pierden su sentido. Y las piruletas, y las tormentas, y los paracaídas pierden su sentido. Y mi aliento, y mi piel, y mi alma pierden su sentido. Hasta el propio sentir pierde su sentido... Y yo me pierdo, no te encuentro y me voy, no te veo y me muero, no te beso y no quiero seguir. Y olvidada, sigo preguntando a los dientes de león si me echas de menos, si tú también me echas de menos, si aunque no estés tú también has sustituído la palabra lejos y la palabra dolor por mi nombre...
Y entonces despierto, tiritando por esas pesadillas que a veces duran días... Y vuelve tu sonrisa, vuelve tu aliento tras mi oreja, vuelven tus brazos intentando tenerme por completo, tus besos por mi espalda, tus dedos entre mis dedos, tus soplidos a mis lágrimas, tu boca borrando el nudo de mi garganta, tu voz abriendo mis ojos... Y yo sólo alcanzo a pedirte que nunca me sueltes...
Doscientos cincuenta y un mil besos