lunes, 9 de mayo de 2011

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Hay un poeta que espera, fumando, encontrarse con una rubia tras la esquina para poder relatarle cómo se empeñó su corazón en salir del ala izquierda de su alma aquel día que se enamoró de sus tirabuzones. Explicarle cómo, mientras ella se cruzaba con él, eligió el momento exacto en el que le haría el amor por primera vez. Decirle que desde que ella apareció, la vida se volvió vida y el invierno una primavera sempiterna. Contarle cómo escaló farolas y cambió termómetros para que ella nunca más pasara frío y de qué manera consiguió llevarle la luna cada noche a su cama. Confesarle que aprendió a bailar en el mismo momento en el que siguió sus pasos por aquella calle. Susurrarle que, desde que la vio, ya no sabe cuándo duerme y cuándo sueña. Pedirle que no le pellizque nunca, jamás. Ofrecerse a volar con ella. Admitirle que se borraron de su teclado las letras e, l, l, a de tanto quererla. Prometerle cuidar de sus pulmones cuando le falte aire y embotellar frascos de latidos por si acaso alguna vez se olvida de activar su corazón. Comprometerse a dejar gramos de su piel sobre sus manos en cada abrazo. Pedirle perdón de antemano por todas las zonas de su cuerpo que borrará con la lengua. Declararle que su techo ahora se encuentra entre sus piernas. Manifestarle que su cordura se escurrió por la alcantarilla que dejó empapados sus cordones cuando pasó sobre ella y sobre sus entrañas. Jurarle que la libertad ahora lleva su nombre. Y reconocerle que no hay libertad más bonita que la que va acompañada de otra mano.

http://www.goear.com/listen/3101c36/las-cosas-que-no-pude-responder-marwan