jueves, 1 de diciembre de 2011

'Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las de ayer'

Ella era tan pequeña... De las personas más minúsculas que habían ocupado mis ojos jamás. Creo que solo las personas pequeñas son capaces de sobresalir de los corazones grandes. Nunca lo había pensado, pero cuando la conocí de repente me di cuenta de que el amor real solo sucede en invierno.
Ella, conjugada en una aureola que la aislaba de todo lo inerte, de todo lo que no era ella, solo paseaba. A veces reía, como la primera vez, cuando mi corazón se cayó en sus hoyuelos. Caminaba arropada, despacio, y a mí se me iba el alma gritándole en silencio que mis brazos la querían mucho más que el invierno. Aparecía sin aviso, y en esos segundos a mí me reconstruía las costillas y a la vez me sumía en una borrachera de latidos de la que no me recuperaba, aunque me enamoré de la resaca en forma de suspiros que me causaba.
Quería abrazarla, dejar un beso en cada centímetro de su nombre y no dejar un lunar sin redondear. Quería escuchar su voz, arreglarle los latidos, prometerle una vida llena de poesía. Quería decirle que por fin todo había cobrado sentido; que anoche, hoy y mañana soñé con ella, y que también la quiero cuando duermo. Quería decirle que me parecía una chica tan bonita, tan frágil, tan quebradiza y a la vez tan perceptible solo para las personas que sueñan de noche, tan azul. Era tanto de tan todo que solo me quedaba sonreír por haberla encontrado. Y escribir sobre lo infinito de su presencia. Quería decirle que tenía la mirada más sublime del mundo, que era la chica más guapa de noviembre y que no iba a poder resistirme a ella cuando nevara. Quería decirle que sus miradas me rompían los huesos. Quería decirle que ella era la culpable del 'Síndrome de Stendhal'. Quería decirle que ella era la cura al 'Síndrome de París'. Quería plantarme frente a ella y decirle: 'Adelante. Deshazme la trenza, dame tres besos en la nariz y rómpeme el corazón.' Y después llevármela a Montmartre sin piloto y con café. No tengo miedo al dolor si viene acompañado de su pequeña mano.

Como dijo aquella, 'daba miedo mirarla por si se rompía'. Bendita fragilidad, qué ganas de comérmela y darle mi vida sin vuelta. Qué ganas de estar con vos, Amélie de ojos azules.
Quiero que existas. Llevo mucho tiempo soñando contigo.