miércoles, 16 de mayo de 2012

Algún día de algún abril de algún año.

Qué triste resulta saber que tienes todos los motivos a la vuelta de un parpadeo y ser incapaz de verlos porque alguien algún día te robó los ojos para siempre; andar a tientas no está hecho para los torpes. Qué triste y bonito resulta dedicar palabras a criaturas voladoras pero ciegas; seres que solo aterrizan para dejarte acariciar su sombra, salvarte y volver a dejarte en tierra. Por todos es sabido que es imposible volar de la mano sin alfombra, aunque me empeñe en convencerte en cada traspiés que una vida sin imposibles solo se trata un sueño; que tú no eres un reto sino la ternura hecha anhelo, pero con astillas; que estaría delante de cada una de tus pesadillas el día que decidieras que no puedes más y ya, solo eso, aunque cada día me ahoguen más tus esquinas. Pero qué triste resulta querer llenar de poemas tus lágrimas y que al final del día lo único que quede sea un beso en blanco, papeles arrugados que no contienen ni uno solo de tus secretos, momentos en los que me retuerzo y lo único que siento es la necesidad de deshacerme de tu vuelo, de pedirte que me libres de todo lo que no te puedo decir, de disparar tres gritos directos a tu espalda sin avisar y que vuelvas a ser todo lo que viene antes de un abrazo. Pero entonces el viento te hace descender de nuevo, se asoman las pecas de tu nariz y yo empiezo a temblar y sonreír, lo vuelves todo tan triste y tan bonito, te tornas en una ternura sumamente inviolable y quemas todos los desperfectos que desconoces. Y aunque desde que te ofrecí las manos más calientes del invierno me resulta imposible luchar sola contra el frío; aunque me relegaste junto a las metáforas al baúl de los secretos y las ausencias se hayan vuelto algo tristemente avezado; aunque algunos días te tenga más miedo que ganas y otras esconda tu nombre entre mis manos; la tristeza deja de ser tristeza al mismo tiempo que repartes tus vocales por mi almohada, y todo acaba volviendo a ser lo que empezó, y a pesar de que nunca estás cuando abro los ojos a veces ocurre y te siento pequeñita dando las buenas noches a través de las rendijas, esas en las que escondo tantos secretos como días quiero que sigas aquí. 
Pero siguen siendo tristes todas esas historias de desamor en las que siempre hay alguien que pierde la mano de otra persona en la multitud sin darse cuenta y nunca se vuelven a ver. Sigue siendo triste esa continua necesidad de que aparezca alguien que te salve, cuando en el fondo lo que quieres es vivir sin hacer ruido escribiendo sobre grandes historias que no vivirás. Sigue siendo triste sentirte pequeñito y ver gigantes en personas solo porque te han roto tantas veces que, aunque lo intenten, ya no pueden reconstruirte. Sigue siendo triste llevar una vida abocada a la imposibilidad, aunque al final sea lo único que inspire.
Y deberías saber que mi mundo es una noria en la que gira una y otra vez el mismo corazón roto en distintas cabinas; que aunque sea minúsculo te llevaste un trozo el día que me pensaste mientras llovía y ahora sonrío a trompicones; que idealicé tanto el drama y el desamor que me dejé llevar por una vida kamikaze, coleccionando soledades y cigarros rotos, y ahora es demasiado tarde para crecer; que no me dejaré alcanzarte porque empiezo a pensar que no existes, y eso es algo que no sé si sabría explicarte.

Qué puedo hacer yo si contra ti solo tengo frases deshechas.
Parece que tienes miedo a arrancarte del todo de mis entrañas, pero tu cobardía no evita el daño. Hazlo de golpe, antes de quitarte la falda.
Detesto a la persona que eres cuando no estás.
No necesito a alguien que vuele, necesito a alguien que me enseñe a volar.
Te desesperaré hasta que aparezcas.
A veces te destrozaría entera con palabras y otras, sin embargo, solo quiero dejar de escribirte.

A veces, por la noche, me pregunto cómo serás enamorada. A veces, por el día, me importa una mierda.

Pero.

No me salves de ti.