viernes, 27 de diciembre de 2013

Imagi(a)na.

La poesía me ama con tristeza
y me concede el don de saber cómo inventarte,
de traerte a mis orillas
y volverte espuma salada en los ojos.
La poesía me acaricia la espalda con los dientes,
deja un rastro de sangre caliente por mis dedos
y apuñala con ternura mis verdades.

La poesía
me permite pintarte un día
entera del color del otoño,
hablar del movimiento de tu pelvis
cuando atacas con violencia las aceras,
resumir de un modo sencillo
el rastro de música
que deja el silencio
cuando decides llorarlo
o reírlo
y llamar de otra manera
a la facilidad que tienes
de curar mi suciedad.

Puedo escribir que me amas,
que hoy es París en tu azotea,
que elegiste sin dudar mi desorden
frente a su sonrisa
y te quieres por ello,
que hubo una tarde en la que hicimos el amor
durante tantos siglos
que atravesamos desnudas la barrera del sonido
y los delfines supieron de qué hablábamos.

Puedo escribir que no te has ido,
que no hay noche en la que tu lengua no meza mi cama,
que no puedes tocarte sin mis manos,
que nos declaramos culpables de cualquier triunfo involuntario.

Puedo escribir que tus lágrimas
saben a las teclas de un piano dentro de una nube,
que en tu cuello anidan las madres de las golondrinas
y que he visto brotar pétalos de fuego
en las yemas de los dedos de tus pies.

Puedo escribir que crecen desiertos de arena
en mi garganta
cuando no te escucho,
que la piel me sabe a hiel
y todas las lenguas son ásperas piedras
si no es tu ansia la que me espera,
que te echo de menos
como un cuerpo desmembrado,
como un cadáver sin sustento,
que te echo
tanto
de
menos
que he abierto todas las ventanas
para llegar antes al techo.

Puedo escribir que vienes a verme,
que vuelves
a mis huecos
levantando mi alma y el viento con tu falda,
tus palabras diciéndome
que no hay jardín sin mi lluvia y mi cariño,
que no has dejado de latirme en la demora.

Puedo escribir que estás aquí esta noche,
envuelta como un gato entre mis piernas
y esa manta que acaricias con ternura,
que te quitas la ropa despacio
como si no hubiera mirada
mientras la lascivia recorre mis comisuras,
que me esperas en calma en la cama
tras el punto y final.

Puedo ir más allá
y escribir cosas
como que tú estás aquí
y yo no estoy creando este poema,
y solo así
hacerlo verdad.

La poesía,
del mismo modo,
le da la vuelta a las cosas,
pone boca arriba a las certezas,
me explica que uno más uno
solo puede ser uno,
clava su pupila
-azul-
en la mía
y me escupe su mayor verdad a la cara:

La vida es para quien se conforma.
La poesía,
para quien sueña y desea...
y no tiene miedo de contarlo.



lunes, 9 de diciembre de 2013

País de poetas.

Hoy a España le han dado una paliza
-el último parte indica agonía-
y llora como un cachorro abandonado en la cuneta
mientras susurra llena de pánico:
se están llenando mis puentes.
Y yo la miro
con los ojos llenos de justicia
y le digo:
aguanta, te salvaremos los supervivientes.

En la calle solo queda vivo un hambre feroz
que aterra:
el canibalismo de un capitalismo devorador.
Quien dice defendernos nos acaricia
y nos deja la cara llena de sangre:
un abrazo falso duele más que una puñalada...
y lo saben.

Quieren rajar nuestras gargantas
y nutrirnos de sus restos,
atar la libertad de pies y manos y lanzarla al mar
como quien ahorca con saña los derechos humanos.
Son culpables de todo este daño
y no saldrán indemnes:
este aullido en su oído pronto se convertirá en dentellada.
Seguimos siendo salvajes humanos
dentro de su circo,
pero terminará la función y destrozaremos su sonrisa de payaso.
Os estamos descubriendo
y la rabia fluye por nuestras venas
junto al hambre, la pobreza y la injusticia
-quién os lo iba a decir:
cabe más humanidad en estos cuerpos
que mierda en todos vuestros discursos-.

Hoy España huele a podrido,
aunque yo la siento más guapa que nunca
cuando bajo a comprar al mercado
en ese puesto que está a punto de cerrar
y me desean buen día
o cuando veo a un estudiante
ceder su asiento a una mujer con una pensión de mierda
que sonríe con esa resignación
de quien ha vivido de paz a guerra de paz a guerra de paz a guerra de paz a...
Parece que cada mañana el pueblo grita:
'Nos quedamos para salvarte,
España.'
Y el pueblo nunca miente.

Y vosotros escuchad,
soltad los hilos corruptos de vuestras manos
y mirad hacia abajo,
cerrad vuestra boca llena de humo negro
y abrid bien vuestros oídos viciosos:
solo aquel que no tiene nada
tiene todo.
Nos habéis convertido en el ejército más poderoso:
ese que no tiene nada que perder.
Y vamos a por vosotros,
armados hasta los dientes de valor,
escudados con una resistencia caníbal
y con un amor violento por la supervivencia.

Jamás debisteis usar a las palabras en vano:

vivís en un país lleno de poetas.

sábado, 23 de noviembre de 2013

La poesía jamás te olvidará.

Te he vuelto a ver desnuda
y se me han corrido los ojos de pena.
Debí borrar aquellas fotos
el día que te olvidé,
¿pero quién sabe cómo deshacerse
del rastro de una estrella fugaz
cuando ya te ha mirado a los ojos?
Uno es preso de todo lo que ha amado
porque el amor es una condena de cadena perpetua
en una cárcel sin rejas.

Estabas preciosa vestida de nada.
Solo eres verdad cuando eres silencio,
cuando eres paz y calma
y te pintas de blanco el pelo para mí.
Hubiera jurado que fuiste real
cuando te vi llorar por mí,
cuando temblaste de miedo por mí,
cuando te descubriste besándome a mí.
Nada me asusta más que pensar
que quizá solo existieras en mi cabeza.


Ojalá entendieras lo sola que me siento
cuando te pienso,
como si cargara con una tristeza que no me corresponde
y has hecho tuya
-ya ni mi pena es mía-.
Te empeñaste en ser la protagonista de mi vida
aunque fueras la mala,
no me quiero por haberte creado
aunque definas parte de mi historia.
Te regalo mi atención,
si es lo que quieres,
pero baja ya el puto telón
y deja que corte mi cabeza.
No hay nada más triste
que querer hacer un best-seller
de un libro solo para dos
ni una película rodada para un único espectador.
O quizá sí,
quizá sea más triste el silencio
cuando no es forzado.

Apareces cuando me quedo a solas
conmigo misma,
en ese infierno en el que la soledad
es una multitud de gente y ruido
y alguien llora al otro lado de la pared,
y entre la tentación de odiarte
o abandonarme a lo que depare tu recuerdo
-con suerte un suspiro,
sin ella un poema-
aprieto los dientes con fuerza
y dejo que pases,
como un dolor momentáneo,
como un golpe seco y certero,
como una palabra mal dicha
y a destiempo,
como las horas el peor día de tu vida:
sin remedio, con esfuerzo
y sin darle importancia.

Hay sueños
que son la estela de un deseo constante
y otros que reflejan anhelos secretos
y son casi pesadillas.
Adivina en cuáles sales tú.


No he superado este dolor
porque aún no he desaprendido
el placer de mis heridas.
El día que deje de escribir
y alguien me aplauda
sabré que existe la inocencia.

No te creas dueña y señora
de mi tristeza:
solo aquel que posee algo es capaz de liberarlo,
y hace ya demasiadas palabras
que sé que eres un motivo pero no la causa
-esa gran diferencia
que tan poca gente entiende-.
Un día me salvaré y el cielo caerá sobre mi cabeza.
Me siento mejor así,
de veras,
no te entristezcas y te vuelvas una nube gris por ello.

Tengo que aprender a llorar mejor,
olvidar la vida que no pasa,
volver a casa
y dejar que me noten ausente,
deshacerme de las armas
que coloqué hace un tiempo en un lado de la cama
y besar en la boca a la calma.
Escúchame:
mi bandera blanca es mi piel desnuda
y hace tiempo que no paso frío.
Quien me conoce sabe que no es fácil hacerlo:
por eso la mayoría huye al principio,
por eso los pocos que lo consiguen se quedan para siempre.
No dejo sin casa
a aquel que llega a mí atravesando bosques de lenguas extintas.

Tengo, del mismo modo,
que confesarte de una manera dulce
que te he olvidado,
que tus fotos son una caricia del pasado
pero en mi mañana ya no te miro,
que he aprendido que recordarte
no es más que un beso a mi herida
para que no se sienta tan sola
como yo cuando me la hiciste,
que aquí hace tiempo que ya es primavera
aunque haya días de tormentas torrenciales
pero mírame: he aprendido a bailar
-quién lo diría, amor,
con esta vida que llevo tan llena de tropiezos-.
No sé dónde estás
pero sé que en el lugar que sea
estarás orgullosa de mí por olvidarte.

Te he olvidado,
amor roto.

Pero no tengas miedo
a que nadie te recuerde:
la poesía jamás te olvidará.








domingo, 13 de octubre de 2013

Eres lo más bonito que he hecho por mí.

Eres lo más bonito
que he hecho por mí.


La gente en vez de decirme 'el amor te sienta como un guantazo'
ahora me confiesa 'el amor te sienta como un guante, blanco, hecho a medida',
y yo les contesto:
'El amor es una bala unidireccional
y nuestro pecho un punto fijo:
lo que determina el choque, el temblor,
el derrumbe de cimientos o la recuperación del jardín,
es el hueco que acompaña a tu mano
en el impacto.'

En otras palabras,
sujeta la mano de tu asesino y ganarás su caricia.


Y es que resulta que a mí el crimen
me pilló masturbándote,
amor,
o masturbándome pensando en ti.
Como si hubiera diferencia.
Como si no fuera lo mismo
amarte, amarme y amarnos.
Como si fuera posible soltarte.
No lo sé,
pero desde que te quiero
mis manos están preciosas.


He lanzado al aire
todas mis dudas,
y ha salido tu cara.
Jamás entendí eso de la suerte
y de la fortuna,
así que no sé bien qué quiere decir,
pero me han entrado unas ganas locas
de arrojar flores a los pies de tu cama.
La verdad es que la ciudad,
mis pulmones
y el cambio climático
han agradecido esta hostia primaveral.
Y ahora respiro mejor,
subo sin cansancio las cuestas
y puedo durar cuatro estaciones haciéndote el amor.



He bajado los pantalones a las canciones
con las que un día lloré
y mi pena ha brillado
como un pájaro atrapado en la nieve:
no quisiera menospreciar a mis tormentos,
pero tu sonrisa sobre mi lágrima
consiguió ser el mejor de los remedios.
Pero no te alejes demasiado,
sigo necesitándote por si enfermo.

Lo cierto es que no quiero que suene a chantaje,
no malinterpretes mis quejidos,
pero es posible que si te marchas llore hasta inundar medio continente,
y ya tenemos bastante con los desastres naturales
como para añadirle el mío,
¿no crees?


Quisiera explicarte de una forma sencilla
que desde ti
todo lo malo se ha dado la vuelta,
y qué bonito es el optimismo, joder.

Estás
hasta cuando no estoy,
así defino mi soledad ahora.
Te tengo
incluso cuando se me rompen los bolsillos,
ocupas mi vacío,
eres la antítesis de la nada,
aguas mi desierto,
eres el pasado de todas las ausencias.

No me apena la tristeza,
no me dan miedo los días malos
ni las malas personas,
no evito mi caída,
no me importa no acertar.

Eres a mi pena lo que la chimenea al invierno,
la sonrisa
que no cambia este puto mundo de mierda
pero hace que me dé igual vivir en él,
el aplauso que infunde valor a mis tropiezos
y sabe mejor que una victoria,
el centro de la diana de todas mis apuestas.





Eres tan bonita
que decírtelo resulta redundante
y no decírtelo
se parece al silencio.
Al final siempre acabo besándote,
que es la mejor alternativa a la poesía.
Y ya sabes
que a mí me gusta acabar los poemas
con el verso perfecto,
ese que empieza en un papel
y acaba en tu boca.

viernes, 4 de octubre de 2013

Lugar, casa, hogar.

Camino por una ciudad
que ya no me habita.

La toco descosida,
le
salen
hormigas
de los ladrillos de las paredes,
suenan alarmas
y ya no responden sirenas
-si acaso le han salido hormigueros
en cada jardín-.

Juraría que todo está cambiado.
Juraría que antes aquí
había mar.
O cielo.

Juraría que yo sobrevolé esta ciudad
con más alas
que años.

[...]

Cuando uno se marcha,
se da cuenta de que hogar no es de donde vienes
ni a donde vas.
Llevamos la casa a cuestas,
y a veces son tan empinadas y estrechas
que la abandonamos a mitad de camino.

Por eso,
cuando nos perdemos a nosotros mismos
cuesta tanto sentirse a salvo.

Cuando uno se marcha
y vuelve al tiempo,
lo hace con otro color de ojos,
con un peso diferente en las manos,
con un sabor distinto en la espalda,
con un corazón que late en emigrante.

Cuando uno se marcha
y regresa,
se encuentra con un lugar maquillado y extraño,
una ciudad puesta en gala para otros,
como esa chica a la que rechazamos
y se vuelve, de repente,
un ser precioso y no apto para nosotros.

La relación entre un emigrante voluntario
y su ciudad de origen
es como la de una pareja que creció junta
y quiso amarse toda la vida para abandonarse después:
los residuos de un amor que se presentaba eterno
y de una ruptura que se declaró inevitable.


[...]

Ni todos los lugares de los que uno se va
se pausan
ni todas las personas que uno abandona
se quedan.

Pero a ti podría decirte
que haré de cualquier lugar que lama tus huellas
tu hogar.

A ti podría decirte
que si algún día me abandonas
me colocaré delante,
justo en ese preciso lugar
que no te permita nunca
mirar hacia atrás con pena.

A ti podría decirte
que has de saber que ya ocupas mis ojos,
que llevo tu risa incrustada en mis arterias,
que no hay lugar en mi cuerpo en el que no quepa tu pena,
que cuando no tengas un sitio al que volver
pienses que tienes abiertos todos mis huecos.

A ti podría decirte
que si un día te sientes perdida
dentro de ti misma,
daré con la solución a tu laberinto
abriéndome el pecho
y poniéndote delante,
justo en ese lugar donde hablo tanto de ti
que no te costará esfuerzo reconocerte
y volver a encontrarte.

A ti podría decirte
que para mí
cualquier lugar
es mi casa
si eres tú
quien abre
la puerta.






jueves, 5 de septiembre de 2013

Pero eres tú. Pero soy yo.

Es como si bailaras al son de una canción que detesto
pero eres tú,
y te imagino tormenta.

Es como si rezara a un dios en el que no crees
pero soy yo,
y te arrodillas.



Me arde en las manos este deseo de tocarte,
se me han deshecho los dientes, muertos de pena:
mi boca es un barrizal sin tu saliva.

Me duele el pecho por tenerte tan lejos dentro de mi costado,
me estoy enterrando en la zanja que nos separa
y creo que quiero seguir viva.

Si
go
res
pi
ran
do.

Y te pongo detrás
...para que me des impulso.


Lo cierto es,
mi jodido amor,
que mi futuro te sigue desvistiendo a dos manos,
que dejo la ventana abierta
para que olvides los portazos,
que no sé si me pesan las ojeras o el sueño
pero sigo tumbada al lado de tu hueco y me levanto tan dolorida,
mi bella muerte,
que mi madre no deja de preguntarme quién me duele
y no me entiende cuando le señalo mi garganta,
que necesito que me digas que no te vas a ir nunca
mientras te vas,
que necesito que me digas que te vas para siempre
mientras te quedas.

Pero salta,
bendita tristeza,
salta,
que no quiero que se te quemen las manos tocándome,
que te duela la piel bajo las mías,
que no soporto la idea de verte morir de pena
después de volver a hacernos en el amor
para después ser ceniza,
que tengo el pecho desinflado y pronto no cabrás
-y a estas manos les falta cobardía para rechazarte-.

Salta,
que llevo tus alas por bandera desde el primer día.

Mentirme era tan verdadero
cuando conseguía convencerte...

Te quiero tanto que quiero terminarte,
te quiero tanto
que mañana no podré hacerlo más.

jueves, 22 de agosto de 2013

Un sueño.

El resto del mundo buscaba las respuestas. Ella tenía las preguntas.



Era un domingo con etiqueta de fiesta
de sábado enredado en nostalgia.

Yo caminaba sola,
a caballo entre mi cansancio
y la esperanza que te ordenan tener,
mirando al suelo
-siempre-
para no perder detalle
de la belleza de las cosas que son más pequeñas que nosotros.

No sabía dónde iba:
estaba atrapada entre una huida que acababa siempre liberándome
y una libertad que me volvía presa de mí misma.

De repente
empezó la lluvia
y,
como si fuera una banda sonora programada
de una de esas estúpidas películas felices
o el tiro que indica la salida de la carrera de tu vida hacia la muerte,
levanté la mirada
y fui testigo de cómo Gran Vía guardaba silencio,
como calla quien no sabe qué decir ante lo que es más grande que él.


Ella,
así, con mayúscula,
como se escribe Lluvia, Invierno y Tristeza
o Pájaro, Amor y Saliva.
Ella.


Paseaba despacio,
se la veía tan segura
de que el mundo dependía en ese momento de sus pies
que la prisa no entraba en sus pasos.

Sonreía a solas,
como un prodigio animal en medio de una selva humana.
Parecía que decía:
idiotas, la solución a todo está en nuestras bocas.

Zarandeaba sus manos
buscando algún tipo de herida,
tenía los ojos de color café batalla
y en el pelo un millar de caricias en marzo.
Su pecho parecía batirse en retirada a cada latido
y sin embargo era fácil entender que era el aire
el que la respiraba a ella.

Miraba al horizonte:
cualquiera en su loco juicio
hubiera dicho de ella que tenía todas las preguntas,
que era una niña perdida
que había venido a salvar(me d) el mundo
porque nunca lo sabría,
que probablemente habría nacido en una nube
y se marcharía con la próxima tormenta
con el resto de todas esas historias
que violan con violencia vidas.

A través del deseo
de querer besarle los párpados,
me di cuenta de que era uno de esos seres
que jamás,
ni aun empeñando tu empeño,
podrías llegar a conocer.

Era una de esas maravillas
que te hacen querer ser humano.


Juro que no exagero
si os digo que todo mi invierno se concentró en su cara,
que la lluvia era más pequeña que ella
-igual que mi corazón,
los árboles y la contaminación de Madrid-,
que nada tienen que hacer las mariposas y los terremotos
cuando ella pestañea,
que la miré como si Gran Vía fuera el diluvio universal
y Noé la hubiera señalado solo a ella.

Que la vida
puede durar un cruce de miradas
en medio de una tormenta.
Y os aseguro que eso es un regalo,
eso es más que suficiente.


E igual que apareció,
se marchó:
como quien camina de puntillas
y provoca estampidas de latidos.
Disimulando,
como si no creyera en la poesía
y pensara que todo lo que no se dice en voz alta
no existe.
Como un secreto,
ignorante de que son silencios
que hacen más ruido que la verdad.

Y yo la dejé irse,
sin nombrarla
para no romper su existencia.



martes, 20 de agosto de 2013

Este puto milagro divino.

Yo
que siempre pestañeo
cuando pasan estrellas fugaces,
que lloro viendo anochecer en el mar
o escuchando a Ludovico Einaudi
porque me siento
incapaz
de
abarcar
tanta
belleza
y eso me llena de tristeza,
que tengo un corazón en dos por cuatro
y un silencio entre los labios,
que temo más a la oscuridad
que a los monstruos,
que no pertenezco a ningún lugar
porque abandoné mi casa
para cohabitar con mi existencia
y debo mil facturas,
que no confío en quien me quiere
por no salir de mi rutina,
que escribo
porque no soporto mi ruido
y todo lo demás es adorno.

Yo
que curo al alcohol
con mis heridas,
que nunca aprendí a ser feliz
más allá de mí misma,
que me resulta imposible
mirar a otros ojos más de tres segundos
porque me aterra ser descubierta,
que no sé mentir
pero desconozco cuándo digo la verdad,
que echo de menos mi futuro
y así con todo,
que soy tan minúscula como el punto de una i
y prescindible como una exclamación de apertura,
que te quiero más pero siempre después de ti.

Yo
que nunca creí en el cielo
ni en la salvación
y que concibo la redención
como un fantasma o un recuerdo...

Permíteme confesarte
a ti,
ángel subido a mi pecho:
que de repente vi tus brazos salados abriéndose como dos nubes de agua,
tu busto sinfónico inflándose como un huracán dentro de un volcán en erupción,
tus ojos espumosos destapándose como las puertas de mi fe ante las certezas,
tu boca llenándose de mandamientos impenetrables como rocas milenarias,
tus piernas benévolas empapando mi suelo de flores anacaradas,
tus dedos silentes ahogándose entre esdrújulas arrítimicas, marítimas y selváticas,
tu voz glorificada disparando amor a mis labios resecos y perdidos...


...y aún no me creo este puto milagro divino.

jueves, 15 de agosto de 2013

Como una balada de Extremoduro.

Vivir el amor
como si fuera una balada de Extremoduro.

Besar cuerpos
como si fuera de ahí solo hubiera un precipicio
donde algo amenazara con arrancarnos la boca.
Como si nos dieran a elegir
entre sus labios o la vida.

Caminar
poniendo punto y seguido a todas las huellas.
Dejar las comas
y puntos finales
para contarlo.

Olvidar
de mentira,
lo justo para convertir desamores en recuerdos.

Llorar
hasta secarnos
y reír
hasta volver a mojarnos por dentro.

Morir
creyendo en la resurrección.
Resucitar
creyendo en la muerte.

Enmudecer
apreciando en el silencio otra forma de hablar,
aceptando el ruido del mutismo,
abrazando la belleza que guarda el latido de un corazón silente.

Pensar
como quien sueña:
a través de un pulso callado entre deseo y realidad.

Perder -y perderte-
queriéndote lo suficiente
para poder encontrarte cuando desees parar.

Sobrevivir
sabiendo que ayer nunca volverá,
mañana nunca llegará
y hoy siempre será.
Tocar los días
como si tuviéramos guardados cinco orgasmos
en cada mano.

Luchar
enseñando el dedo corazón
a todos aquellos que no saben amar.

Escribir
como quien sabe que jamás tendrá la última palabra
pero sí la única.

miércoles, 31 de julio de 2013

Tu punto G está en mi lengua.

Quiero
follarte
como si no quisiera conocerte
y mañana fueras anoche
y ayer esta madrugada.

Tus ojos llenos de sangre,
tu boca llena de sangre,
tus manos
chorreando
sangre,
mis dedos
inyectados
en sangre.

Quiero que los vecinos
follen
mientras nos escuchan.

Quiero que me digas no,
que me rechaces
una
y
otra
vez,
para ocupar tu boca
con mi puño,
abofetear
esa insolencia
de quien no sabe
quien le viene encima,
escupir
sobre tus intentos de poder
y enseñártelo
boca abajo,
tu cuello apretado,
en mis dedos húmedos,
que tus manos frenen las mías
mientras tus piernas me abren las puertas
de
par
en
par
-como tus orgasmos-,
y latas.

Latas
como la estampida
de doscientos caballos salvajes
en veinte metros cuadrados.

Y beberme tu latido
-y que se derrame
por
la comisura
de mis labios-.

Y lo recojas
de rodillas
-el tuyo también-.

Quiero decirte no,
lucharte
cuerpo a cuerpo
-como una batalla donde gana
el que más sexo suda-,
y cuando te creas victoriosa
atracarte de espaldas:
mis uñas en tu pelo,
tu espalda curvada como un látigo
al contacto de mis yemas con tu culo,
tus córneas
chorreando placer blanco,
tus oídos llenos de todo aquello
que tu madre nunca quiso que escucharas
y tú nunca pensaste que oirías,
tu boca semi abierta
pidiendo algún tipo de clemencia
que notas bajando
suave y caliente
desde tu garganta
a mi orden.

Quiero
que cuando tu pelo sea un incendio,
y tu boca expulse llamas,
y tu dorado coño
ahogue mi garganta
y haga de mi cama un barrizal
con ese dulce chapoteo
de quien se rinde
como quien sabe
que perdiendo gana
y se derrama
como un vaso bajo un grifo abierto,
descanses
y te sientes
sobre
mi
boca.
Hasta mañana.

Quiero
que todos los puritanos
pongan a la censura
nuestro nombre.

Quiero
que quien no lo entienda
vea tu cara llena de mi orgasmo
y ese sea el polvo visual de su vida.


Te aviso:
tu punto G
está en mi lengua.

martes, 23 de julio de 2013

Oh Dios.

[Odio
casi como quiero.]

Odio que llueva
y que el sol evapore los charcos
y el calor seque mi cuerpo
sin dejar espacio al frío.

Odio alimentarme de restos
de todo lo que fue:
moribundos,
insaciables,
apenas laten pero resuenan como vivos.

Odio el frío:
solo es una excusa
para llamar a tu abrazo,
odio
llorar
sin poder contártelo
-como quien se masturba
en soledad
y sin fantasmas-,
odio dormir por inercia
y no por agotamiento.

Odio
mi falta de presencia ante los destellos,
esta incapacidad mía
al intentar atrapar las estrellas fugaces
y obligarlas a quedarse,
repeler
todo aquello que signifique abrazarme
por si me daña.

Odio
poder decidir sobre mi muerte
mientras la vida aparece y desaparece
cuando le da la puta gana.

Odio
desconocerme cuando recupero mi pasado
-estoy hecha
de un bucle que rechazo y repito-.


Odio
tanto
que no sé odiar.



[Odio
muchas cosas.
Pero a ti no podría odiarte.

Porque odio
casi como quiero.

Y contigo
siempre he sido
a doble
o nada.]

viernes, 19 de julio de 2013

Tres mil latidos y doscientos litros de sangre.

Si pudiera multiplicarme
pasearía contigo
dándote las dos manos.

Quiero decir,
si pudiera ser dos yo,
yo dos veces
-entiéndeme-,
un alma repetida
como el rizo que se enredara entre dos dedos
y pareciera un meñique
o los labios
que abrieran paso a una lengua
que precediera a un beso
que se duplicara buscando la eternidad,
colonizaría tu hoy y tu mañana,
te esperaría donde estarías
y donde querrías estar,
te extrañaría
viendo cómo tus besos crean goteras en mis pestañas
y al mismo tiempo te dibujaría labios
llenos de saliva
en el centro de tu dedo corazón.

Si pudiera redoblarme
nos observaría desde fuera
como quien mira a los ojos de la muerte:
con envidia.

Si pudiera estar aquí y allí
estaría en ti y en ti,
prendería fuego a Troya
mientras te regalo París,
te miraría dormir
y al mismo tiempo soñaría contigo.

Ya sabes a lo que me refiero,
si pudiera engañar a las coordenadas
crearía un mapa donde solo cupieran
tus dedos de los pies
y esta necesidad mía de seguirte a todas partes.

Si pudiera ser la misma en dos mitades,
amor,
te vestiría con el mismo nerviosismo
con el que me dejas desnudarte,
limaría mis errores
para que el tropiezo fuera suave
y sería a la vez precipicio e impulso
de todos tus miedos y sueños.

Si pudiera,
mi amor,
convertiría todo lo que ahora es singular
en plural.

Pero no puedo,
así que has de conformarte
con lo único que puedo hacer:
quererte
-no el doble, ni por dos, ni al cuadrado,
sino con la fuerza de un ejército
de tres mil latidos y doscientos litros de sangre
que queriéndote dar más de lo que tiene
te da todo lo que es-.

martes, 16 de julio de 2013

Como quien se quiere a sí mismo queriendo a quien ama.

Y si me hubieras encontrado limpia,
sin mala conciencia,
sin pena en el sueño,
sin mordiscos de otras arraigados en mis hombros.

¿Me habrías bañado de madrugada,
lamido las legañas,
peinado mi insomnio,
acariciado mis manos arrugadas con tus dientes?


Y si me hubiera vestido
de algo parecido a ti,
si te hubiera mentido contándote mis verdades,
si te hubiera dicho que eras la única
y no la primera.

¿Me habrías desnudado con los ojos cerrados
y las manos expertas,
besado mientras te hablaba de mi vida,
igualado en el pedestal
tu nombre y el mío
y hecho de este un amor a la par?


Y si me hubiera vendido
como el amor de tu vida,
si te hubiera comprado
como el amor de la mía.

¿Nos habríamos enamorado
como quien se quiere a sí mismo
queriendo a quien ama?



lunes, 15 de julio de 2013

Mi vida huele a flor.

He redondeado esquinas
para no encontrar monstruos a la vuelta
y me han atacado por la espalda.
He lamido mi cara cuando lloraba
para recordar el sabor del mar
y solo he sentido escozor en los ojos.
He esperado de brazos cruzados
para abrazarme
y me he dado de bruces contra mi propio cuerpo.
He mentido tanto
que cuando he dicho la verdad
no
me
he
creído.

He huido
con los ojos abiertos
y el pasado me ha alcanzado.
He aceptado
con los ojos cerrados
cofres vacíos
y se me han ensuciado las manos.
He escrito mi vida
y no me he reconocido.

He querido tanto
que me he olvidado.
He olvidado tanto
que me he dejado de querer.


Pero
he muerto tantas veces
que ahora sé resucitar
-la vida es
quien tiene la última palabra-.
He llorado tanto
que se me han hecho los ojos agua
cuando he reído,
y me he besado.
He fallado tantas veces
que ahora sé cómo discernir los aciertos de lo inevitable.
He sido derrotada por mí misma
con dolor y consciencia,
pero la vuelta a casa ha sido tan dulce
que me he dejado ganar
-prefiero mi consuelo
que el aplauso-.

He perdido el rumbo
pero he conocido la vida en el camino.
He caído
pero he visto estrellas en mi descenso
y el desplome ha sido un sueño.

He sangrado,
pero
todas mis espinas
han evolucionado a rosa.

Y ahora
mi vida
huele a flor.

jueves, 13 de junio de 2013

Seguimos vivos.

El mundo se derrumba,
ya lo dijo Ilsa.

Sus límites hace tiempo que dejaron de ser unión
para convertirse en frontera,
el cielo perdió su azul
y la violencia llena ahora de gris la mirada
de quien osa mirar hacia arriba,
los golpes vienen de tantas direcciones
que el dolor ya casi no sorprende,
quienes se autoproclaman defensores del país
lo destruyen con cada palabra
-malditos aquellos que usan la palabra para engañar-.

Pero también es cierto
que millones de voces unidas
cantando lo mismo
suenan mejor que una mentira,
que una sonrisa de alguien a quien le han robado todo
vale mucho más que un billete en primera clase,
que no hay nada más poderoso
y bonito
que dos manos unidas en un terremoto.

Porque seguimos vivos,
de pie y todos juntos,
y eso les escuece.
Porque mientras ellos asesinan
surgen héroes que se atreven a plantarles cara
pese a que ellos les reciban con la mano abierta.
Pero la verdad es que tienen miedo
porque cuanto más aprietan la soga
menos manos les quedan para ahogarnos,
y llegará el día en el que se queden sin cuerda
y no tendrán quien les salve.

Que tiene más vida
el alma de quien no tiene nada
porque se lo han quitado
que el alma de quien tiene todo
porque lo ha robado.
Y al final de eso se trata,
de estar vivo.

Porque el mundo se derrumba

pero nosotros nos enamoramos.

domingo, 2 de junio de 2013

Que cada día sea un para siempre.

Podría ser egoísta,
relegarte a mis confines,
no dejar que nadie te conozca.
Pero entonces, amor,
no escribiría.
Y tú,
tú no existirías,
porque estás hecha para presumir de ti.


Podría prometerte
una vida sobre nubes,
decirte que todo irá bien siempre,
asegurarte
que no habrá viento que nos mueva,
jurarte que no saldrá ningún daño de mis manos
hacia tu pecho.

Podría prometerte un amor seguro,
un futuro atado con un lazo de purpurina,
darte la dirección de nuestra casa que aún no existe,
llevarte a cenar, adornarte el armario e invitarte de vacaciones,
las medidas exactas de nuestro futuro,
una rutina sellada con la tinta del compromiso.

Pero las promesas
son seres cobardes que posponen mentiras futuras.

Yo prefiero decirte
que mientras estés conmigo
no volverás sola a casa,
que la semana que viene
daremos un paseo sin hora de vuelta
porque es verano
y te hace una cara preciosa,
que te quiero más que ayer
y quién sabe mañana.

Mi amor,
yo prefiero hipotecar mi vida a tus manos
que a la tranquilidad,
no saber a dónde voy
pero sí con quién,
hacer el futuro en nuestro presente,
deshacerme de la doctrina del reloj
y pasearte por mi vida
sin que importe la puntualidad.

Yo prefiero
mojarte el corazón
cuando te duela,
amarrarte a mí cuando vengan tempestades
para que nos lleven, pero juntas,
curarte con cuidado y paciencia
las heridas que pueda causarte
en vez de marcharme,
responderte  hoy, nosotras
cuando me preguntes qué quieres ser de mayor.

Yo no te voy a prometer
un futuro feliz y seguro,
yo no voy a poder salvarte la vida siempre,
yo no te voy a ocultar
mis tropiezos, mis tristezas y mis fallos,
yo no te voy regalar
un amor para siempre.

Yo te voy a dar
un presente imprevisible,
yo voy a cruzar contigo
todos los semáforos en rojo de Madrid,
yo voy a llorar contigo
hasta cuando sea de ti,
yo voy a quererte de tal modo
que sientas que cada día que lo hago

lo estoy haciendo para siempre.

viernes, 31 de mayo de 2013

Camino de huida y vuelta.

No toques si duele, amor,
que una herida de tu mano
es como una primavera helada
y este cuerpo tirita con un solo roce.

No te quedes a verme llorar
si desconoces el polvo que inunda mis ojos,
si no sabes
que mis pupilas solo son escondites de palabras,
si lo único que quieres es borrar mis lágrimas
en vez de dejar que me seque y pueda respirar.

No te quedes a verme llorar
que no quiero mojarte
y que mueras de frío.
No te quedes a verme llorar
si no vas a besarme los ojos
y ahogarte conmigo.

No me rompas el pelo
que desde que te quiero nunca me peino,
y si ahora te marchas
tendré que volver a encontrarme en el espejo,
y yo solo quiero mirarme en tus ojos.

No vuelvas contra mí
todos los motivos que inventaste para quererme
como si fueras una suicida por amor,
que el romanticismo está hecho
para los que tienen el corazón roto.

No huyas
si no es
                     de ti
                                        hacia mí
el movimiento.

No me empujes al precipicio
y me preguntes con voz rota
si te prefiero a ti o a los puentes,
no me beses si no vas a volver,
no te vayas si no vas a girarte mientras lo haces,
no te quedes
si tu vida es un camino de huida y vuelta,
no me abraces por rutina
y no dejes de hacerlo por costumbre,
no te vuelvas hielo
cuando el frío nos apriete las costuras,
no te derritas
cuando mi boca ya esté seca y no pueda sostenerte.

No me duelas
si no vas a curarte.

No me quieras,
que amor es quererse
hasta cuando no me quieres
y eso es lo único que querría que hicieras siempre

y eso es lo único que nunca te pediré que hagas.

sábado, 18 de mayo de 2013

Me sobra la poesía.


Me sobró el resto
desde el primer beso.

Amor,
a mí desde que estás
me sobra amor por los cuatro puntos cardinales
de este país que no quería ser conquistado
y acabó enamorado de tu bandera.
Se me han roto las brújulas
y ahora mire donde mire
solo
estás
tú,
y un trozo de mar conjugado en futuro
y un beso en cada ola de tu marea
y varias frases cosidas a tu frente
para que leas poesía cada vez que te mires al espejo.

De igual manera
que me sobran las manos cuando no estás
y tengo demasiados latidos
para tan poco pecho
-aunque me hayas
hecho el corazón más grande que la pena-,
del mismo modo
que mis pies pierden el ritmo
cuando no van a tu casa
-el aire solo se mueve
cuando tú bailas-
y el cartero me pregunte por ti
de tanto escribirle tu nombre…

De igual manera,
me sobran las formas
y las excusas
y las palabras,
me sobra hasta el silencio
y el eco de las estaciones,
me sobra el pasado
y la tristeza
y los poemas,
me sobra la ciudad
y los enamorados que cabalgan sobre ella,
me sobran las mentiras
-menos esas que consiguen
que te quedes un ratito más-,
me sobran todos los besos llenos de tinta
y todas las palabras manchadas de saliva,
me sobra tu casa
y la mía
y las noches que duran días,
me sobra esta bendita paz
y esta ausencia de ruidos
que me has regalado,
me sobran mis dedos
y mis sueños
y mis dedos que te sueñan
y mis sueños con tus dedos,
me sobra el miedo
y los callejones
y la luz,
me sobran las huellas
porque me sobra el camino.

Desde que estás
me sobra todo lo que tengo
-me sobra hasta lo que no tengo-
porque tú me das todo.


Mi vida,
desde que estás tú
lo único que me falta
es la muerte.

Y no la echo de menos. 

jueves, 16 de mayo de 2013

Dos tristes idiotas.


Mis ojos
viven despegados de todo mi cuerpo,
habitan en otro lugar que ya no existe,
se alimentan de bucles de recuerdos
que se asemejan a los rizos de tu pelo
y adivinan el pasado.

Puedes ver en ellos
dos décadas de otoños calientes.
Puedes tocarlos
y congelarte las espinas.
Puedes escucharlos
y leer un siglo de tristezas absurdas.
Puedes olerlos
y viajar en el tiempo.


Ahora están en pause:
desde que te ven olvidarme
hablan en un idioma extinto,
lloran sal
como si hubieran fracasado al traerte a mis orillas,
caminan heridos
como un animal golpeado y abandonado
en una estación de paso
sin coordenadas,
giran y giran y giran
por si en una de esas vueltas
te pierden de vista.

Mis párpados están más abiertos que nunca
y mis pupilas son dos puntos finales:
el que quisiste poner el primer día
y el que pusiste el último.


Pero mis ojos
son también dos tristes idiotas.
No se dan cuenta
de que no eres tú la que tienes que marcharte
para que ellos te dejen de ver.
Son ellos
los que tienen que dejar de mirarte
para conseguir no verte más.


Pero los cabrones cada día
de lluvia
me dicen lo mismo:
cualquier tiempo pasado fue mejor.

Y se vuelven a ir
a ese lugar 
que ya no existe.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Eres lo que le falta a todo lo demás.


No sé cómo contarte esto.
Hablar sobre certezas
no es tan fácil como parece,
pero tú estás llena de ellas
y te has convertido en un reto precioso.

Verás, mi amor,
escribir sobre ti
es como hablarte mirándote a los ojos,
y ya sabes que a mí el sueño me ciega
cuando estás cerca,
que las miradas
son perennes desprotegidas
porque no saben ni disimular
ni vestir cuerpos en invierno,
y que mi boca calla
todo lo que mis manos vomitan sin esfuerzo
después de comer(te).

Y que sí,
que yo suelo empeñar mis folios
en las tristezas
porque prefiero quererte sobre la cama
en vez de sobre el papel,
y que se mueran de celos la tinta
y los ojos de quien lea
porque nadie puede entender
las mil maneras que tienes de ser mía
sin serlo
-que eso es el amor:
sentirte de alguien que sientes que es tuyo,
sin serlo-.

Por eso,
porque creo como una atea
en las palabras que hablan de lo que es
y no de lo que fue o de lo quieres que sea
te hablaré de mí,
porque contigo soy todo
lo que siempre he querido ser.

Te diré
que después de estar contigo
la vida me parece un rato muy pequeño;
que lo que más me gusta de ti es tu pasado
porque te ha hecho ser quien eres hoy;
que lograste apaciguar mi dolor
posándolo sobre tu cuerpo
como quien acaricia con ternura el borde de una herida
sin miedo a contagiarse,
y, mi amor, vas a conseguir enamorar
hasta a mi tristeza;
que desde ti
mire donde mire
solo veo flores
-padezco de una ceguera
preciosa,
lo confieso-
y un viento liado en diez cigarros
que me llega directamente a los pulmones
cada vez que te miro mirar al aire.

Te diré
que has convertido todos mis conatos de existencia
en logros sencillos,
equiparables a un bostezo por la mañana
o un bocado cuando hay comida.
Que me has enseñado
a vivir
en vez de a ver la vida pasar,
y en esa diferencia
se esconden todos los matices que te definen.
Que aprender de ti
y de tu pelo revuelto
es como leer la vida con las manos
y los ojos abiertos,
es como tocar el mundo con los dedos
y sostenerlo
el tiempo que dura tu voz,
es fácil,
es sencillamente fácil;
que me das hambre,
mi amor,
hambre cuando te desnudas
y se abre el cielo de piernas,
hambre cuando lloras
y me dan ganas de apagar la luz
para verte mejor,
hambre cuando ríes
e inspiras canciones.

Te diré
que desde ti
todo está en el orden que requiere el caos
y que tanto necesitamos las dos.
Que siento calor
cuando quiero desnudarme delante de ti
y siento frío
cuando necesito que me abraces;
que mi miedo se ha reducido
a una película de terror,
es decir,
ya no existe;
y que en la lentitud
que exigen las grandes historias
y que tú y yo abrazamos con gusto
solo me atropellan con prisas
los latidos que cabalgan fuera de mi pecho
cuando pienso en ti
y el reloj que me lleva a tu casa,
que le da tiempo
a dar la vuelta al mundo
en lo que yo te doy un beso.

Ya ves,
has devuelto a mi cuerpo
la valentía necesaria para despegarse del suelo
y demostrarle que son necesarios cuatro brazos
para poder volar
y no caerse,
y has traído a mi habitación
las ganas de dejarme querer,
como quien aparece en medio del llanto
y en vez de secarte las lágrimas
te deja llorar
hasta que terminas,
y así poder seguir viviendo.

Por todo esto
te diré
que desde que tú me quieres
me quiero más
y por eso,
y por muchos otros motivos,
te quiero.