lunes, 27 de enero de 2014

Soy la aguja de mi pajar.

Estoy tan lejos de mi cuerpo,
noto tanta distancia entre el rostro y el alma,
que a veces me miro en el espejo
y no me veo,
pero me conozco.

Soy frágil y pequeña:
preciso de una mano que acaricie mis decisiones.
Crezco,
pero necesito sostener mi infancia un poco más.
No soy nadie sin el resto
y me asusta saberlo.
Imagínate reconocerlo.

Siempre que escribo sobre mí
termino rizando las pestañas a otras musas:
mi punto débil soy yo misma,
entera.
Soy la aguja de mi pajar.

No quiero saber quién soy.
Soy nadie sin mi hermana.
Soy nadie sin mi madre.
Soy nadie sin mi padre.
Soy nadie
si no sé decírselo.
No sé decírselo
si soy nadie.

Busco que me quieran
pocos,
muy pocos,
por quién soy,
y que la admiración no pase del qué.
Las multitudes me provocan tristeza
y los silencios me paralizan.

Mi inseguridad necesita un espejo cada día
que le recuerde
que el rechazo también es una segunda oportunidad.

Me aterran las penas de las personas que quiero,
me oprimen el pulmón
y me tiran del pelo.
Tengo insertadas en mi garganta
multitud de tristezas ajenas
como agujas del revés
atravesando almohadas.

Cómo no voy a escribir sobre otros
si construyen mi pecho
edificándolo en el infierno.

Cómo voy a superar
la muerte de mis plantas,
de aquel pez que tuve hace unos años,
de aquella tortuga que murió al mes de llevarla a casa.
Cómo voy a superar
el dolor de mi otro brazo,
la puta injusticia que subraya el azar,
las ausencias consentidas,
esa pena que es un latido constante y silente
y deja ronca a mi cabeza.

Cómo voy a hacerlo
si vivo en una carrera constante con lo que aun no me ha pasado,
y siempre gano,
y siempre pierdo.

Ven a acariciarme el pelo,
por favor,
que me pesa
demasiado
el corazón
y otra vez acabé besando a otros

después de mirarme en el espejo.

lunes, 6 de enero de 2014

Maldita zorra.

Estaba loca:
su tristeza no era de este mundo,
a veces estallaba a reír cuando me lloraba sus penas
y solía enredarse el pelo cuando le iba bien.

Se pintaba los labios antes de dormir:
'quiero estar guapa para mis sueños', me decía.
Luego se levantaba con el rímel corriéndose en sus ojeras,
como en mis mejores fantasías,
y me preguntaba la diferencia entre una nube y una ola.

Yo la observaba en silencio
-un silencio consciente,
pues ella era una de esas mujeres
que te hacen saberte derrotado antes de intentarlo-,
como si tratara de vencerla sin palabras,
como si esa fuera la única forma.
Ilusa.

En ocasiones
todo lo que hay más allá de alguien es superfluo
y todo lo que hay dentro de uno es redundante.
No lo sé,
le hubiera repetido un millón de veces por segundo
que era más guapa que un pájaro sobrevolando el mar
y que sabía más dulce que la caricia de un padre,
pero ella estaba loca,
loca como un silencio en medio de una escala,
y solo me besaba cuando me callaba.
Maldita zorra.

Solía decir que los peces eran gaviotas sin alas
y era imposible tocarla sin que gritara.
Yo lo disfrutaba: era un instrumento delicioso.

Cuando le decía que amaba su libertad
se desnudaba y subía las escaleras del portal sin ropa
mientras me decía que echaba de menos a su madre.

Cuando tenía miedo
se ponía el abrigo y se miraba al espejo,
entonces se reía de mí y se le pasaba.

Cuando tenía hambre
me acariciaba el pelo y me leía un libro
hasta que me quedaba dormida.
No sé qué hacía ella después,
pero cuando me levantaba ella seguía ahí
y mi pelo estaba lleno de flores.

Un día se fue diciendo algo que no entendí,
supongo que por eso empecé a escribir.
Me dijo: no me estoy yendo,
solo soy un fantasma de todo lo que nunca tendrás.
Maldita zorra. Maldita zorra loca.

Estaba loca, joder,  estaba loca.
Tenía en su cabeza una locura preciosa.
¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella?


sábado, 4 de enero de 2014

Sin embargo.

Te deseo a alguien
que no te diga lo guapa que eres
sino que te lo enseñe,
para que te lo aprendas
sin necesidad de repetírtelo.

Te deseo un poema sin adorno,
frases ridículas,
palabras llanas y simples,
para que entiendas que en el amor
poesía es lo que sale de su boca
y no lo que lees en los libros.

Te deseo un amante con el corazón roto
para que sepa entenderte
y para que respete tu tristeza
cuando haya humedades,
pero sobre todo
para que proteja los destrozos del tuyo
con el suyo
y cuando tiemblen
tener un sustento.

Te deseo un admirador del nudismo
para que vivas lo que es una mirada desmaquillada,
para que coloques los espejos al otro lado,
para que te lleve con los ojos
a amar tu cuerpo sobre todas las cosas,
para que respete tu belleza
y haga de tu silueta el mapa de su tesoro.

Te deseo a un fiel del mar
para que jamás detone las olas de tus lagrimales,
para que acepte que un día serás calma
y otro tempestad
y aun así decida volver a ti cada día,
para que no evite que te derrames,
para que lleve tu sabor en la piel
y mire dentro de ti aunque escueza.

Te deseo a un poeta
con toda mi pena
para que te condene en su egoísmo
a la eterna salvación,
para que te haga inmortal
cuando tengas ganas de morir,
para que la única bala que te dispare
cuando le abandones
-porque tú eres un pájaro atrapado en la nieve,
recuérdalo, amor mío-
sea la que detona una palabra,
para que cuando te sientas nadie
recuerdes que eres el olvido de alguien.

Te deseo a tantas personas
como amor quiero hacerte.

Yo, sin embargo,
solo te deseo a ti.