Te evaporizas en un suspiro. Te volatilizas, desapareces y yo me quedo espiando a tu olor. Pero tu sonrisa reaparece. Grande, como tu mirada que también vuelve. Eterna al contacto con tu voz, con tus suspiros, con lo sublime de tu presencia. Y regresan tu boca, tu piel, tus manos. Tus pupilas, que me sorprenden escribiendo en tus huellas borradas, tejiendo en el viento miradas entrelazadas. Y tu alma, que nunca se marchó. Ocre y azul, como tus besos. Infinita y plausible, como el color de tus palabras.
Y se sienta.
Y me mira.
Y me espera.
La cosecha de hielo, de Scott Phillips
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En Sajalín rescatan esta novela corta que me perdí en su día y que
adaptaron al cine en 2005 (y que no he visto, pese a que la dirigió mi
venerado Har...
Hace 9 horas